El decía: "Es necesario que, sin cesar, el hombre preste atención al juicio de Dios".
En el momento de su muerte, pasó tres días con los ojos abiertos, sin moverse. Los hermanos lo sacudieron, diciendo: "Abba Agatón, ¿dónde estás?" y él respondió: "¡Estoy ante el tribunal de Dios!". Ellos preguntaron: "¿Tienes miedo?". Él contestó: "Hasta este momento he hecho lo posible por guardar los mandamientos, pero soy un hombre: ¿cómo saber si mi obra complace a Dios?". Los hermanos le dijeron: "¿No tienes confianza en que tu obra sea de Dios?". "Yo no me fío de mi mismo antes de haber encontrado a Dios. Pues uno es el juicio de Dios, y otro el de los hombres".
Tomado del libro Los Padres del Desierto. Pag 354-355. Editorial San Pablo
Tomado del libro Los Padres del Desierto. Pag 354-355. Editorial San Pablo
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